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Woman – The Sacred Feminine

Mujer - Lo sagrado femenino

Mujer - Lo sagrado femenino

Rituales de transición

En diferentes tribus indígenas existe un tipo de ritual en el que niñas y niños participan en una ceremonia para ayudarles con el cambio que se produce cuando están a punto de transformarse de niños en adultos. Estos rituales eran de gran importancia en estas comunidades, ya que eran momentos en los que una niña recibía toda la información, consejos y sabiduría de las mujeres mayores para conocer los cambios que se producían en su cuerpo y en su vida, para tomar conciencia de la importancia de cuidar su cuerpo y de sus hábitos personales, para poder relacionarse positivamente con la naturaleza de su cuerpo para transformarse en una mujer sana, fuerte, buena esposa, buena madre y capaz de cuidar de su familia y de la comunidad.

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Aunque los distintos grupos indígenas del mundo tienen rituales similares para estos momentos, también presentan diferencias, dependiendo de la sabiduría tradicional única. En Norteamérica, los lakota tenían un ritual llamado "Isna ti ca lowan", que significa "Canto del aislamiento", en el que una niña recibía su primera menstruación. La llevaban a un gabinete aislado del resto de la comunidad, donde pasaba cuatro días y cuatro noches, recibiendo instrucciones de las abuelas y de una madrina, elegida de antemano, que le enseñaba Quillwork, a hacer mocasines y todo tipo de manualidades y artesanía. Debía hacer algo con las manos todo el tiempo, y si algo le salía mal, no debía romperlo, porque si lo hacía, sería así el resto de su vida con todas las cosas. Si algo le salía mal, debía terminarlo y hacerlo mejor la próxima vez. Esto le enseñó persistencia y confianza en sí misma. También se les enseñaba a hacer colchas con trozos de diferentes telas, para que comprendieran el ahorro y el valor, la belleza y el trabajo duro. Se les enseñó a cocinar para mostrar hospitalidad, y todas las cosas útiles como poner piedras calientes en bolsas hechas con estómagos de búfalo para cocinar sopa encima, y cómo moler y machacar semillas con piedras. A la niña no se le permitía mirar por la ventana ni quedarse junto a la puerta para espiar, y no debía rascarse la cabeza ni ninguna otra parte del cuerpo. Durante esos días, no debía estar de mal humor ni tener malos pensamientos sobre nada ni nadie, y debía intentar ser feliz y no enfadarse, pues de lo contrario estaría así el resto de su vida.

Eran las abuelas sabias las encargadas de transmitir el mensaje de la Mujer Búfalo Blanco a las mujeres. Es muy cierto que en los viejos tiempos era la mujer la que ganaba y mantenía el prestigio y el estatus de la familia. Su trabajo duro, limpieza, honestidad, humor, sabiduría, valor y generosidad elevaban el valor de la familia a los ojos de la gente. La mujer lakota también estaba a cargo de los bienes de trueque y los utilizaba, intercambiaba o disponía de ellos en su mejor interés.

La madrina era una mujer sabia y muy respetada. Rezaba por la niña todos los días, se untaba con salvia y cedro, rezaba a los espíritus de las cuatro direcciones, pedía ayuda para que la niña se convirtiera en una buena mujer que tratara a sus visitantes con hospitalidad, fuera trabajadora y rezara a Wakan Tanka (el Gran Espíritu) y a Maka Ina (la Madre Tierra) y a todos los antepasados pidiendo ayuda para ser una buena madre, y que todos los alimentos que cocinara a lo largo de su vida fueran buenos para las personas que los comieran, y que fuera una buena esposa y viviera con el mismo hombre toda su vida, y que fuera bendecida con hijos sanos. Durante estos días especiales, la Abuela le dijo a la niña que todo en esta vida es sagrado, que nunca debía maldecir, quejarse ni nada parecido porque estas cosas, aunque pudieran desagradarle, fueron creadas con un propósito. Todo es sagrado. Durante estos cuatro días, la Abuela le enseñó a dar siempre las gracias a Wakan Tanka por todas las cosas que nos da, a estar agradecidos por nuestra salud y a no olvidarnos nunca de rezar cuando tengamos un problema o necesitemos algo.

En la Sierra Nevada de Santa Marta, en Colombia, los kogui siguen practicando un ritual de transición.

Las niñas y los niños de esta tradición visten de la misma manera (en general, una túnica o vestido blanco) hasta que llega el momento en que sus cuerpos empiezan a cambiar para convertirse en hombres y mujeres. No se avisa a los niños de estos cambios hasta poco antes, cuando los adultos observan que este momento se acerca, y se le dice a la niña que pronto la morderá un murciélago. Y cuando llega la primera hemorragia, se la aísla durante cuatro días en una Maloca (cabaña ceremonial) junto con su madre y la Saka (la Abuela Sabia Curandera) de la comunidad. Durante esos cuatro días debe tejer varias bolsas. Éstas se tejen en espiral hasta formar una pequeña bolsa, que se asemeja a la forma de un útero, un contenedor, y también representa el cosmos. Estas bolsas se utilizan para guardar objetos sagrados. Mientras teje, debe mantener buenos pensamientos. Al mismo tiempo, recibe consejos de las mujeres mayores sobre cómo relacionarse con su cuerpo, cómo ser mujer, cómo elegir marido, convertirse en mujer, cuidar siempre de sí misma, de sus palabras y de su tejido, entre otras muchas cosas.

Después de estos cuatro días, la llevan a un río donde su madre la baña con plantas y recibe el vestido tradicional, un cinturón y un collar con cuentas rojas. Todas las bolsas que ha tejido durante esos días se llevan a la Mama (la Autoridad Sabia) de la comunidad. Éste estudia el tejido de la joven para predecir si será una buena mujer, trabajadora, responsable, buena madre, capaz de cuidar de su familia y de la comunidad, etc. Los kogui repiten este ritual un mes después, cuando vuelve la hemorragia.

Las primeras gotas de la primera hemorragia se recogen en un pequeño trozo de algodón que se conserva durante toda la vida, y que se lleva en una pequeña bolsa tejida sólo para este fin, para ayudar a la niña proporcionándole fuerza y protección. Para los Kogui, la planta del algodón es una de las más sagradas porque de ella la madre ancestral obtiene el hilo para tejer la vida, tejen sus bolsas y todas sus ropas, hacen los pagos, y las mujeres también utilizan este algodón para recoger su menstruación.

El resto de su sangre, desde el primer mes y durante el resto de su vida, la regala a la tierra, siempre en el mismo lugar, en un sitio que ella elige, que convierte en su altar sagrado, donde da ofrendas, y donde llevará el cordón umbilical y la placenta de sus hijos, donde puede retirarse y rezar.

Las mujeres Kogui siempre guardan pequeñas bolas de algodón con un poco de su sangre. Las utilizan para ofrendas, curaciones, o se las dan a la Mama o al Saka de la comunidad para pagos especiales. Además, cuando las mujeres reciben su último mens, juntan un poco de esta última sangre con un poco de la primera, y este objeto se convierte entonces en algo muy sagrado, que otorga mucha protección y es muy poderoso para las mujeres.

En el departamento del Cauca, en Colombia, los Pi Urek (hijos del agua) también tienen un ritual de transición muy importante para las niñas y los niños de la comunidad. En este pueblo, la primera menstruación se denomina "floración", cuando la niña deja de ser un botón y se abre como una flor y empieza a ofrecer su sangre a la tierra. Cuando la niña empieza a "florecer", se la lleva a una cabaña llamada "Chimineya" durante cuatro días. Durante este tiempo recibe atención, cuidados y comida especial cocinada por su madre y otras mujeres de la familia. Mantienen una dieta especial sin sal, por ejemplo patatas cocidas y huevos cocidos y maíz tostado con azúcar de caña. Todo lo que come debe ser dulce y bebe infusiones de plantas especiales con azúcar de caña. Se prepara una cama especial con plantas medicinales que evita que las hemorragias sean abundantes, previene el dolor y evita que se vuelva perezosa, para que se mantenga fuerte y sana. Se sienta en esta cama mientras teje y hace punto. Estas plantas también absorben toda su sangre, que también se ofrece siempre al mismo lugar. Durante toda su vida lleva su sangre a este lugar. Cuando llega el momento de su última menstruación, se cierra este agujero en la tierra y se realiza otro ritual para cerrar el círculo.

La niña debe tejer un total de 12 piezas (bolsos, sombreros, faldas, etc.) Al cabo de cuatro días, su madre la baña con plantas como salvia, ruda, matricaria y menta, tras lo cual recibe la visita del médico tradicional, que le hace una limpieza espiritual llamada "refrescamiento". Al día siguiente llevan a la niña al río, donde sentada en una roca y de espaldas al río, arroja al agua todas sus piezas, que simbolizan su pereza y su ira, y todas las cosas malas que le ocurrieron de niña, para que el río se las lleve y pueda librarse de ellas para siempre. Después, tiene que cocinar y hacer café para toda la familia. Lo hace todo ella sola, incluso servir los platos, y servir raciones iguales y abundantes para todos. Debe haber comida suficiente para todos, y más para que los mayores puedan saber si su vida será abundante y productiva.

Para el pueblo Pi Urek, este ritual también sirve para fortalecer el cuerpo, evitando enfermedades, y también como prevención espiritual para no quedarse embarazada demasiado pronto. No utilizan compresas desechables, tampones ni copas menstruales. Dicen que la sangre debe fluir fuera del cuerpo, ya que está caliente. El plástico impide que salga el calor, que se queda en el cuerpo como una especie de vapor y probablemente causa enfermedades graves como el cáncer. Sólo utilizan algodón, que permite que el calor salga del cuerpo. Además, esta tela se puede lavar y reutilizar para no desperdiciar nada.

En México, los huicholes de Wixarica también tienen un ritual para este momento en que la niña recibe su primera menstruación. La madre corta cuatro mechones de cabello de la frente, cuello, lado izquierdo y derecho de la cabeza. Esto es para que el sangrado no llegue demasiado fuerte, y para ofrecer este cabello al lugar donde yace su cordón umbilical.

La mujer de hoy tiene hábitos y costumbres en los que actúa de una manera que está desconectada en su mayor parte o por completo de su naturaleza femenina. En un mundo patriarcal, a la mujer se le ha enseñado a relacionarse con su menstruación de forma negativa, con aversión. Hemos aprendido a ignorar o se nos ha aconsejado detener el flujo menstrual, que se ve como algo incómodo. Cuando tenemos nuestros días de sangrado, somos mucho más perceptivas y sensibles, y por esta razón deberíamos tomarnos el tiempo para retirarnos y buscar la calma, lo cual es mayormente imposible para muchas mujeres hoy en día, como lo es ofrecer nuestra sangre a la tierra. Por esta razón, deberíamos intentar durante estos días tomarnos al menos una hora para estar solas, evitar el trabajo pesado y reducir nuestra vida social. Cuando no respetamos nuestro cuerpo es cuando sufrimos molestias como dolores de estómago y de cabeza, o mal humor. Hay otras cosas importantes a tener en cuenta en estos días como, por ejemplo, lo que comemos, la temperatura del cuerpo y cómo relacionarnos con nuestra sangre de forma natural sin pensar que es algo que hay que ocultar o de lo que hay que avergonzarse.

La propaganda nos dice que la sangre es azul, y que hay muchas formas de "normalizarse" durante estos días con el deporte, la natación, el trabajo o la vida social. Nos han enseñado que nuestra sangre es sucia y repugnante, que hay que tirarla a la basura al tiempo que contaminamos la tierra con compresas de plástico.

Nuestra madre tierra está muy triste porque las mujeres no la reconocemos como madre, no le ofrecemos nuestra sangre y encima la ensuciamos esparciendo basura. Además de causar una desconexión con nuestra naturaleza femenina y diversos malestares, esto ha traído un desequilibrio en la armonía de la vida que sólo las mujeres pueden arreglar. La Madre Tierra está recibiendo mucha sangre a través de la violencia, la guerra y los asesinatos. Deberíamos compensar este derramamiento de sangre con nuestra sangre dadora de vida. Esto honra la virtud de lo sagrado femenino porque esta es la forma en que nuestro cuerpo nos recuerda cada mes que somos capaces de crear vida, y que esta es la sangre de la que todos venimos. Las mujeres de hoy no hemos recibido estas enseñanzas ni hemos realizado este tipo de rituales. Esto se debe a que nuestras madres y abuelas tampoco recibieron esta información. Este conocimiento se está perdiendo debido a una sociedad patriarcal, a la religión y a la necesidad de muchas mujeres de trabajar fuera de casa, por ejemplo. Y no podemos empezar a vivir una vida similar a la de los pequeños pueblos tradicionales, pero sí podemos aprender de ellos para encontrar nuestra propia manera de reconectar con nuestra naturaleza y de ayudar a restablecer la armonía de la vida.

Por: Mara Vélez

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